Jesús Arcos de la Rosa nace en Umbrete, un pueblo del  aljarafe sevillano, en el seno de una familia humilde y trabajadora. En Umbrete cursa sus estudios hasta secundaria, donde ya destacaba en clases de dibujo.

Desde pequeño le atrae el mundo de la Semana Santa, introducido por su tío Pedro de la Rosa (de profesión imaginero) que  lo llevaba a Sevilla a ver cofradías cada año y le contaba historias de las hermandades. Su tío le daba plastilina para que jugara y hacia virgencitas, mientras se quedaba embobado viendo a su tío trabajar en el taller. Se puede decir que Pedro fue quien infundó en su sobrino el sentimiento por el arte. Su tío fallece a una edad temprana y quizás por ese motivo Jesús decide dedicarse a otro trabajo del sector del metal pese a su interés  por la imaginería.

No es hasta los veintitrés años cuando decide volver a estudiar llamado por su vocación, el arte y sensibilidad artística. Realiza  las pruebas para entrar en la escuela de arte, las cuales supera con creces. A la vez conoce al imaginero Fernando Murciano Abad, buen amigo de su tío. Este le permite asistir a su taller como aprendiz mientras cursa sus estudios en la Escuela de Artes y Oficios de Sevilla, y es ahí donde realmente desarrolla el don, que muchos dicen es heredado de su tío.

Tras terminar sus estudios, primero de artes aplicadas a la piedra, y luego de artes aplicadas a la escultura, sigue formándose en el  taller de Fernando Murciano donde sigue asistiendo para no dejar de formarse, aparte de trabajar en su propio taller en la localidad de Benacazón.