
Desde que era un niño mi tío me
ponía a dibujar o a modelar con plastilina mientras lo veía trabajar, eso me
fascinaba. Entrar en el taller de Fernando Murciano para mí fue como volver al
pasado al taller de mi tío que aunque murió cuando yo era muy pequeño, tengo
buenísimos recuerdos, y siempre está presente de alguna manera en mi taller.
Debo decir que mi paso por la escuela de Artes y Oficios de
Sevilla, fue una experiencia muy fructífera, donde conozco técnicas, conceptos,
muchos artistas que no conocía y que abren la mente al arte no solo sacro, y realicé trabajos que
sin tener nada que ver con la imaginería me llenaron bastante.
Pero es sobre todo en el taller de Fernando Murciano, mi maestro y al que considero un buen amigo, donde
realmente aprendo el oficio de la imaginería que es lo que me gusta y con lo
que disfruto. En este taller es donde tomo contacto con este trabajo, aprendo
proporciones, anatomía, formas, policromías, estofados, etc.
Hoy día tengo mi taller donde
paso horas metido en mi mundo, desarrollo y doy forma a las cosas que tengo
en la mente. Pero sigo asistiendo al taller de mi maestro con frecuencia a
trabajar allí, ayudarle y a seguir aprendiendo por que en el arte se aprenden
cosas nuevas cada día, y sobre todo si se tiene un gran maestro al lado.